domingo, 12 de abril de 2009

Athos (16-20)

16

Tío Óscar se ha enterado de lo mío con Silvia. Me fastidia que no se haya enterado por mí, se lo quería contar yo. No hace falta atar cabos. El cotilla de Juan se lo ha dicho a la maruja de su madre, y ésta ha ido corriendo a largárselo a mamá. Dicen que es una superficial y que busca algo oscuro. Imbéciles. No sé cómo tío Óscar puede dudar de mí. He tenido que contarle mi versión, mucho más objetiva, para que se diera auténtica cuenta de la situación. Se ha alegrado mucho de que no me estuvieran timando, aunque le ha costado fiarse de mí. Eso me ha molestado un poco. A ver si el tío va a ser al final tan zenutrio como el resto de adultos. Va, que no, que tío Óscar es diferente. No te ralles, ko. No voy a volver a confiar nunca en Juan ni en su puta madre. Cotillas de mierda. Envidiosos aburridos. Antipáticos sabiondos. Ya me has perdido para siempre, Juanolas. Ahí te pudras.


17

No sé que les pasa a los guays ultimamente. Hacía tiempo que habían dejado de mirarme mal, señal unívoca de que ya no me metían en el saco de los frikis, pero ahora vuelven a mirarme con malicia y sonrisas dibujadas con burla. Cabrones. Me las pagarán todas juntas.


18

Hoy ha pasado algo. Los guays han vuelto a vacilarme con sus miraditas “o sea”. Cuando ya me estaba rallando ha aparecido Silvia y se han esfumado los muy cutres. Son unos perdedores. Hasta Román se ha ido con el rabo entre las piernas. ¿Y si de verdad son un friki perdedor y es Silvia la única que está equivocada? No valgo para nada.


19

Está claro que el que hablaba ayer no era yo. No soy un raro. No soy un cero a la izquierda. Lo que pasa es que la única que ha visto mi inmensa hermosura interior es mi Silvi. El resto no me conoce. Amargados. Algún día tendrán que agachar la cabeza cuando Silvia y yo pasemos por su lado.


20

Cuanto más le pregunto a Silvia por la habitación turquesa más se enfada. No quiere contarme qué hay dentro. Ya no tengo la menor duda de que guarda un terrible secreto. Voy a entrar, pero no sé cómo hacerlo: ¿Me gano a Silvia un poco más y la convezco con mi atractivo personal, o lo hago furtivamente por lo bajini como si fuera un vulgar ladrón? Estoy hecho un océano de inquietudes. No sé qué hacer. Ya está. Me pico las dos últimas horas y me meto en casa de Silvia. No habrá nadie en el edificio principal. Además yo voy al otro, que está abierto. Sólo debo saltar la valla sin que me vean los transeúntes. Qué excitado estoy. Por fín voy a saber qué hay tras la puerta verde de los cojones.

3 comentarios:

  1. A mi este Atos me recuerda a mi sobrino de dieciséis años, pero salvando ciertas distancias.
    ¿Queda mucho?

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  2. Pues hay queda vida en Athos. Esperaba "matarlo" antes pero su existencia se torna rebelde por momentos. Es un adolescente incansable, no sé cuando me dejará acabar su relato, le gusta la fama.
    Un saludo

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