miércoles, 26 de junio de 2013

Embrague irritable

A veces las noticias no se agolpan por su grado de negatividad, sino que se alternan en esperanzadores claroscuros. A la desagradable sensación de comprobar que sus pantalones reglamentarios habían encogido en largura y tamaño tras elegir un programa de lavado demasiado caliente, Más Largo que un Día sin Pan contrarrestó con la llamada de Zuecos Rancios pero Blancos, la enfermera de cabecera de Ojos Almendrados de Elfo, indicando que la policía había murmurado una palabra sin llegar a salir de su coma. Zuecos hubiera querido decirle a Largo la palabra, pero éste ya estaba a dos manzanas del complejo hospitalario. Cruzó un paso de cebra un tanto acelerado, empezando en parpadeante y acabando en rojo. El conductor casi lo atropelló pese a que Pan llevaba su ridículo pero oficial uniforme de policía. Arrancó en plan fórmula 1 e intentó pasarle por encima. Pero Largo estaba curtido en mil batallas. Se lanzó en plancha a un lado y giró sobre sí mismo para levantarse con su propia inercia a la vez que desenfundaba con una precisión mil veces practicada y copiada de El Rostro Impenetrable. Disparó certero sobre la rueda derecha y reventó el neumático, pero el conductor agresivo siguió su carrera con el reventón. Largo no llevaba radio encima para avisar a Proteger y Servir, pero memorizó la matrícula y marchó a ver a Ojos.
Elfo no mostraba mejoría alguna, pero los últimos estudios que le habían hecho determinaban que, en caso de despertar, quedaría sorda de por vida. La palabra que había dicho la joven era “embrague”. Al principio no tenía sentido. Largo lloró un poco en seco y luego volvió a comisaría.
¿Qué coño miras? le enterró la cara en los papeles cuatro veces, pero dos collejas después acabó por interesarse por el caso de Día sin Pan. Un conductor agresivo parecía algo menor, pero tenía su gracia bajarle los humos. Agarraron el coche y mataron la tarde patrullando con tedio y sin suerte.
La noche, sin embargo, fue más fructífera para Largo. Retomó el disco de Tako que dejara en coma a Ojos Almendrados de Elfo y remasterizó, moduló y depuró los sonidos. Así pudo escuchar un mensaje robótico en el intervalo de aumento de volumen que ensordeció a su querida amiga: “Embrague irritable te saluda, querida.” Día fue a su mesa y tiró de ordenador. Descubrió una asociación de conductores extremos, un club de volanteros radicales, agresivos y puristas. Desgraciadamente, no tenía clave de acceso y tuvo que mover sus hilos. Llamó a su amigo Jonatan Hacker, un as de la web y el pirateo digital. En dos horas le configuró un login para entrar a Embrague Irritable y pisparse de todo. Otrora nunca hubiera recurrido a un fisgoneador ilegal, pero algo estaba cambiando en Largo.
Lo que encontró allí, pese a todo, no era alentador. El club era una especie de logia de conductores estresados, desquiciados, emparanoiados con sed de venganza sobre todo aquel que incumpliera mínimamente las normas de circulación. El estilo de Cuadrícula de Excel. No le costó mucho encontrarlo. El webmaster era un tal Master Excel. Todo olía a él. Había otros siete miembros. Largo empezó por ellos. En dos días había rastreado las IPs e identificado a los sujetos con carnets y matrículas. Sólo faltaba pillarles en pleno delito.
Y no costó mucho. ¿Qué coño miras? y Sin Pan cazaron a uno que intentaba atropellar a un joven por hacerle el gesto manual de llevar las luces puestas al mediodía. Otro cayó tras frenar en seco en un semáforo, chocar con el de atrás y lanzarse a por él con un cuchillo gigantesco. El tercero picó con la radio a todo volumen de un nini-anzuelo, el cuarto al intentar embestir una moto, otro al echarle una carrera a un taxista, el sexto disparando a las palomas que le habían ensuciado el coche, y el séptimo al reventar seis lunas de coches en doble fila.
Pero Excel no picó. Durante dos semanas trataron de pillarle y no hubo manera. En una de éstas, Largo creyó ver su sonrisa desafiante en el retrovisor. Su sociedad estaba desmantelada, pero él no cometía más errores.
Al día quince sucedió algo. Día encontró una nota en su mesa que decía: “7 a 1 es un buen cambio, ¿no, Largo? Al principio no comprendió la misiva, pero de repente escuchó un estruendo terrible en cocheras. Bollitos Martínez había atropellado a ¿Qué coño miras?  en el garaje de vehículos policiales. Pudo haber frenado pero en lugar de eso aceleró todavía más. Lo reventó contra el muro hasta el punto que no se sabía qué era carne y qué radiador. Lo único que permaneció inalterable fue su cuchillo nada reglamentario, pero eso sí, al baño sangría.
Bollitos fue ingresado con una crisis de ansiedad. El peritaje demostró que el coche oficial había sido trucado: la dirección invertida, el freno cambiado por el acelerador, la marcha atrás por la sexta, el freno de mano inutilizado, y además, el volante estaba teledirigido con un mando auxiliar cercano. Todo esto no se hubiera sabido si el cuchillaco de ¿Qué coño miras?  no se hubiera clavado entre el detonador y la carga explosiva de una bomba menor en el motor del coche, suficiente para destruir todas las pruebas. La suerte esta vez se aliaba con los buenos.
Por fin Gordo pero que Manda más que el Rey comprendió que había un topo dentro. Tampoco es que eso cambiara mucho las cosas, pero al menos extremarían las precauciones. Largo pidió dos pares de pantalones nuevos de talla especial y un nuevo compañero, toda vez que ¿Qué coño miras? ya no volvería a mirar con chulería a nadie más.

3 comentarios:

  1. Con cada relato te superas. Me he reído tanto la primera vez que lo he leído que me lo he vuelto a leer nada más acabar. Los nombres no podían estar mejor seleccionados, y la historia...es simplemente INSUPERABLE. Siento no poder añadir nada más, pero lo estropearía...ha sido magistral.
    Eres el Rey del surrealismo niño, y ese trono no se te puede arrebatar!!!
    La primera regla del club de los conductores temerarios es que no se habla del club de los conductores temerarios.
    Un fuerte abrazo!!!

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  2. Estoy de acuerdo con favole, no se puede decir mucho más, el relato es estupendo y desde luego ese trono es todo tuyo.

    Un abrazo

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  3. Creo que Proteger y servir dan para un libro......

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