domingo, 20 de julio de 2014

Hasta la cocina

Proliferan en la caja tonta, para satisfacer la voracidad de la audiencia, los criterios monotemáticos y la reinvención de un mismo producto, mientras se consuma la manida fórmula hasta la indigestión.
Etapas plomizas en el medio las ha habido bien gordas: desde los late show de humor, opinión y tetas de postre a las dos de la madrugada hasta los realities pseudo-educativos sobre adolescentes, perros, bebés o encargados memos de negocio, pasando por estúpidos programas de destrezas exóticas, absurdas habilidades con el micro, la coreografía y hasta el trampolín. Una tras otra. A degüello.
La última moda, y ya cansa, es el gusto por los programas de cocina. Bien estaba que Arguiñano aderezara ensaladas y sobremesas bajo la encandilada supervisión de marujas de manual y neófitas de sartén y cacerola. Luego empezó la sobresaturación.
Primero vinieron esas terribles cuñas publicitarias de los telediarios. Traidoras y sutiles, te vendían la nueva estrella michelín del Bulli como si se tratase de una verdadera noticia, cuando se trataba de una mera estrategia propagandística similar a las utilizadas con el nuevo libro de Carlos Ruiz Zafón o Federico Moccia. Yo entiendo que hagan promoción, y más de libros, pero no dejan de ser anuncios en espacios informativos. Un crimen periodístico en toda regla.
De todas formas, los fogones en las noticias tampoco fue el peor delito de las cadenas. Todavía quedaba envenenar la alta cocina con el cáncer de la TV: los realities. Y así aparecieron en la parrilla –televisiva y gastronómica– Master Chef, Mira quién cocina, Master Chef Junior, Entre fogones, Master Chef Zoofilia, Pesadilla en la cocina y cinco mil programas más que afortunadamente he olvidado.
La fórmula es tan mediática, tan irreal, tan llevada y traída que tiene su aquel. El guionista se merece un óscar o un tepe o lo que proceda por su labor imposible de convertir un tostón como es un programa coñazo de cocina en un producto sensacionalista con todo lo necesario para enganchar a una buena parte de la entumecida audiencia: ritmo ágil, jueces peliculeros, formato eliminatorio, apartes con el espectador en plan falso documental, sentencias de muerte gastronómica de esas que lo petan, y una proporcionada dosis de platología, a veces hasta escasa, pero lo que importa es el concurso y no que el churrasco salga jasco. Bueno, y si sale, pues criticarlo y crucificar al pagano de turno.
La última en apuntarse miméticamente a la moda ha sido la ficción nacional con ese revenido El chiringuito de Pepe. Absolutamente infumable. No se salva ni con los fondos de Peñiscola ni con el culo de Dafne Fernández. Un producto evitable, rico en grasas y colesterol, indicado solo en las revisiones de Zapeando. Hablaba de la serie, no del mencionado trasero.
Sigo dándole vueltas al formato este de los realities metiendo la zarpa en cualquier aberración y estoy dispuesto a ofrecer –gratis– un buen puñado de ideas de tarro tan nefastas como lo que están ofreciendo hasta ahora. Por ejemplo: Pizzería Águila Roja, donde Francis Lorenzo y David Janer regentan establecimientos italianos y se pelean por servir la cena de Navidad al rey Felipe IV. Pero tengo otras, como la Pornosalchicha, un reality de actores de cine adulto que cocinan en bolas entre pinchito y pinchito –de merluza, se entiende.
Pero salgamos de la restauración. ¿Qué tal un espacio de telerrealidad llamado Desahucio 1,2,3, donde dos familias son embargadas y la primera que acredite un suicidio gana el concurso y le proporcionan una vivienda de renta baja? Y si la fulanita se quita la vida en directo además le conseguimos a uno de los huérfanos un trabajo vitalicio en Burger King o MacDonalds. Otra propuesta es Cirujanos, un concurso de novatos del bisturí que operan a corazón y cámara abiertos, descaliminando a los que hagan mal el trasplante. Y a sus pacientes también, por motivos obvios.
Mi sugerencia definitiva es Escuela de yihaidistas, donde aprenden a usar armas de fuego y cada día hacen un atentado. El que menos civiles mata queda eliminado y va a la repesca: Si bebes, conduce. El argumento no se lo cuento. Seguro que ya lo adivinan.

2 comentarios:

  1. La verdad que sobrexplotan los formatos y los temas hasta que todos los odiamos y no los podemos ver ni en pintura. Todo esto empezó con OT y ha ido pasando de tema en tema.

    Yo propongo otros dos reallities de éxito: "Barrenderos" donde el que menos mierda de las calles limpie queda eliminado o "Corruptos" donde el que menos dinero se embolse en operaciones fraudulentas sea vapuleado por la audiencia. Esto mismo podría convertirse en un publidocumental al estilo "Policías" y enseñarnos el día a día de los corruptos y barrenderos...

    Hace gracia pero si hace unos años nos dicen que los programas de cocina en todos sus formatos lo petan nos descojonamos en la cara del que nos lo dice.

    Y no sé si lo sabes pero hace más bien poco leí por ahí que están preparando un reallity en EEUU de escritores...Agárrate que vienen curvas si esto lo traen a españa veo a la blogosfera revolucionada.

    Salud.

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  2. Calla..., que por mucha imaginación que le queráis echar al tema. La realidad siempre supera a la ficción o si no, recordad ese de cuyo nombre no me acuerdo, en el que uno se sentaba en un polígrafo destrozando como un maniaco su vida a golpe de supuesta vomitona de cruda realidad. También tenía algo de reality de cocina al más puro estilo canival. O este, que ponen ahora, que va de unos ex que se vuelven a juntar, supongo que para devorarse también además de para hacer el canelo nada menos que por el bien de sus vástagos. Ay, que me descojono.....

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